Torrijas de vino al horno

 

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Cuando escuchamos oír «Semana Santa», lo primero que se nos viene a la cabeza son las procesiones, los nazarenos y el sinfín de temas relacionados con la pasión de Cristo. Queramos o no, España es un país donde esta semana se vive intensamente y en la que las tradiciones más arraigadas, vuelven a ponerse año tras año de manifiesto a pie de calle.

Sin embargo, para mi esta semana además, significa el pistoletazo de salida «no oficial» a la primavera y al buen tiempo. Las tardes son visiblemente más largas, las bufandas se van quedando poco a poco colgadas en el perchero, y nos va apeteciendo más un helado que un chocolate caliente. Eso en primer lugar…

En segundo lugar, cuando oigo hablar de la Semana Santa, inevitablemente se aparece ante mi la imagen de las torrijas. No lo puedo evitar. A mi la tradición de España que más me gusta, es la del buen comer… Así que como este año estoy inmersa de lleno en el mundo «bloguero» no podía dejar pasar la oportunidad de compartir la receta de las torrijas que se hacen en mi casa. ¡Además! este año nos estrenamos con una pequeña variación, en vez de freírlas vamos a hacerlas en el horno. De esta manera conseguimos eliminar totalmente el aceite y por lo tanto, nuestras torrijas no se convierten en un «pecado» demasiado grande (un pecado para la «operación bikini» que ya hemos puesto en marcha). Os puedo asegurar que el resultado es sorprendente, si cerrásemos los ojos nunca sabríamos si están fritas o al horno. Y si también os digo que son superfáciles de preparar y nada engorrosas, ¡no tenéis excusa!

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Nuestras torrijas van a ser de vino y bañadas en miel, así que sin más charla, os dejo los ingredientes (las cantidades pueden variar en esta receta dependiendo del tipo de pan que utilicéis, éstas sólo son a modo de orientación)

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  • 1 Paquete de pan especial para torrijas o en su defecto pan duro (una barra aproximadamente. Debe tener al menos un par de días de reposo y tendremos que cortarlo en rebanadas de 2 centímetros más o menos.
  • 1 botella de Rioja blanco
  • Un par de huevos
  • 100 gr. de miel
  • 50 gr. de agua
  1. Antes que nada tendremos que ir precalentando el horno a 180ºC .
  2. Vamos a colocar una bandeja y añadir el vino, en donde iremos colocando el pan primero por una cara y después por otra, para que absorban la cantidad de vino suficiente.
  3. Seguidamente, las pasamos por el huevo batido y las vamos colocando en una rejilla para que escurran.
  4. Una vez que el goteo cese, las colocamos en una bandeja de horno y las cocinamos 10 minutos a 180ºC, Comprobamos que se hayan dorado visiblemente y les damos la vuelta. Cocinamos 5 minutos más.
  5. En un cazo ponemos a calentar la miel con el agua, hasta que se se integren completamente y veamos que la miel ha perdido densidad.
  6. Vertemos la miel en una bandeja y vamos colocando el pan horneado de la misma manera que hicimos con el vino. Intentando que absorban la mayor cantidad de miel posible. Les damos la vuelta y hacemos lo mismo.

¡Ya tenemos nuestras torrijas listas!

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Lo complicado de esta receta va a ser comer sólo una… Os lo garantizo.

¡Espero que os haya gustado!

Nos vemos prontito.

Ana.

 

 

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Bombones de chocolate negro y Kumquat

¡Vaya cuánto tiempo sin pasar por aquí! Ante todo… ¡Feliz año a todos! Espero que estéis bien y que hayáis sobrevivido a todas las fiestas, los atracones a polvorón limpio y que los peces al fin, hayan dejado de beber, beber y beber…

Por aquí he estado bastante liada y de ahí el abandono de las redes sociales. ¡Pero es que cuando a una le toca a hacer de ayudante de los Reyes Magos en mi tienda, poco tiempo queda libre! Y el que queda se reserva para la familia y amigos. Pero como compensación os traigo un post que para la fecha viene que ni pintado. ¡Marchando una de vitamina C y chocolate!

Enero es conocido por su interminable cuesta, el mes de los propósitos. Ese en el que todos nos volvemos más deportistas, más sanos, más estudiosos, en el que intentamos ser mejores personas de lo que fuimos el año pasado. Pero ¡ay febrero! Febrero está ahí a la vuelta de la esquina para recordarnos que debemos seguir siéndolo el resto del año. Pero no quería referirme a eso en este post, los propósitos que cada uno los lleve por su cuenta que yo llevo la mía. Hablaba de enero, porque a pesar del frío (frío que odio… yo viviría en un eterno verano), es uno de mis meses preferidos, ¿y por qué? Pues porque es el mes de las naranjas y las naranjas son mi fruta preferida.

Del azahar que impregnaba el ambiente allá por los lejanos meses de abril y mayo, recogemos ahora sus frutos. Y aunque pocas variedades de naranjas conocemos, son muchísimas las que existen y más de las que creemos, las que tenemos al alcance de nuestra mano.

Así que aprovechando el tirón, y dando por hecho de que los zumos de naranjas sí que os lo estáis tomando (¡vitamina C para el cuerpo!), voy a hablaros de los tipos de naranjos que me rodean y también, os dejo una recetita muy sencilla de «bombones de chocolate negro con Kumkuat». ¡Espero que os guste!

Del primer naranjo que quiero hablaros es el «niño de mis ojos», un naranjo de zumo en toda regla. Lleva en mi familia unos 20 años y el zumo de sus naranjas debería ser «Patrimonio de la Humanidad».

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Sus naranjas son clasificadas dentro del grupo de las «blancas». Antiguamente se utilizó este nombre para diferenciarlas de las variedades Navel o de las de sangre, naranjas mucho más ácidas.

Sus principales características son la carencia o menor marca del ombligo en sus frutos, una acidez, como acabamos de decir, inferior a la de otros grupos de variedades, así como la ausencia de sabor amargo en su zumo. Mi naranjo en particular, tal y como podéis ver en la foto, si que tiene el ombligo un pelín más marcado, pero no por ello deja de ser menos dulce. Florece en el mes de abril-mayo y a día de hoy, ya estoy desayunando zumo de mis naranjas (¡y hay cantidad hasta para finales de febrero, por lo menos!). Su altura no sobrepasa los dos metros, pero he de decir que es bajito para los de su especie que pueden llegar a medir algunos centímetros más.

El siguiente naranjo del que os quería hablar es un Mandarino. Las mandarinas son «híbridos de las naranjas» y se engloban en el mismo grupo que las anteriores, las blancas. También lo tenemos en casa, y aunque su recolección no es tan abundante como la del anterior, si que nos da para varios días.

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Como podéis apreciar en la foto, los frutos son de un tamaño algo inferior a las naranjas de zumo y su forma es mas «achatada». Y aunque los de mi casa vienen a tener la misma altura, los mandarinos son mas pequeños en cuanto a copa y altura. Sus hojas son prácticamente iguales a las del naranjo, pero algo mas pequeñas. Sus frutos son tremendamente dulces y su cáscara se retira con gran facilidad.

Los dos siguientes son naranjos enanos y proceden de la lejana China. Un naranjo Calamondin y un Kumquat.

El que aparece en la foto es un naranjo Calamondín, aunque sus frutos también son conocidos como «Naranjitas de San José» o «Naranjitas del Obispo».
Se trata de un pequeño arbolito de copa densa, con tendencia a la verticalidad. Sus hojas son pequeñas, elípticas de 5-10 cm de longitud mientras que sus frutos son muy pequeños (3-3,5 cm de diámetro), con pocas semillas, esféricos u ovales. Lo más característico quizás de estos naranjos enanos, es su corteza de color naranja-rojizo, muy fina y fácilmente separable de la pulpa, que es dulce, ácida y comestible. De hecho es la parte del fruto más utilizada. Aunque nosotros lo tenemos en el exterior (también es apto) a menudo es cultivada en contenedores como planta de interior.

Por último, voy a hablaros de un Kumquat. Otro del tipo de naranjo chino enano. Sus características son prácticamente iguales a las del Calamondin en cuanto a altura, dimensiones y hoja, siendo la diferencia más visible sus frutos. Su forma es algo más ovoide y su color algo más intenso (puede apreciarse claramente en la foto). Suelen tener menos gajos que el fruto del naranjo anterior, pero igualmente, su corteza es lo más dulce y utilizado. De hecho es la principal ingrediente de la receta de nuestros bombones. Así que sin enrollarme más… ¡Vamos a ello!

Ingredientes:

  • La corteza en tiras de 2 naranjitas Kumquat
  • Dos cucharadas de ron
  • 75gr. de chocolate negro para fundir (podéis usar cualquiera, pero cuanto más negro sea, mas intensificará su sabor con la naranja.
  • 10gr. de mantequilla
  • 1 Cucharadita de agua.

1.- Primero vamos a preparar las cortezas de las naranjas. Para ello las vamos a poner en un estuche de cocción al vapor para microondas (yo uso el de Lékué, y podéis verlo aquí), las dos cucharadas de ron junto con la corteza de las naranjitas. Programamos 1 min 30 segundos a máxima potencia. Retiramos y dejamos reposar y enfriar.

2.- Por otro lado vamos a cortar el chocolate a trozos y lo vamos meter en el microondoas en un estuche similar al anterior, junto con el agua. También 1 min 30 segundos, pero esta vez en el modo «descongelación» (el chocolate siempre debe fundirse en esta función). Si transcurrido el tiempo veis que aún no se ha derretido bien, volvemos a programas 30 segundos.

3.- Una vez lo tengamos,  añadimos la mantequilla y removemos bien hasta que se integre. Seguidamente le añadimos las cascaras de naranja escurridas y volvemos a integrar.

4.- En un papel vegetal o bandeja, hacemos pequeños montoncitos de chocolate (no tienen porqué quedar todos iguales ya que con la cáscara de naranja es complicado), y los metemos en el frigorífico al menos 2 horas para que cuajen.

¡Ya tenemos nuestros bombones!

Espero que os haya gustado el post de hoy y que me contéis qué tal os han salido los bombones 🙂

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¡Nos vemos prontito!

Ana.

Unos merengues de miedo…

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Quien me conoce bien, sabe que hay dos cosas que no me gustan nada de nada… Ni las películas de terror, ni las comidas demasiado «prefabricadas». Así que no, mi plan ideal de sábado no es precisamente ver «The walking Dead» tomándome una sopa de paquete… Soy más de «Friends» con una tortillita francesa. Cada uno es como es.

Así que ahora que se acerca halloween mis redes sociales se llenan de imágenes de «cómo hacerte un maquillaje extremo para halloween», «fiestas de muerte para halloween», «dulces sangrientos para halloween»… Y a mi que me perdonen, pero el único dulce sangriento que soy capaz de meterme en la boca, es una «Red Velvet» bien hecha. No puedo evitar casi cerrar los ojos del espanto, al ver que se unen dos de las cosas que menos me gustan en el mundo, tanto «horror» y tanto colorante y  pasta fondant juntos.

Sin embargo, cuando estaba a punto de una catarsis entre tanto dedo cortado y tanto ojo de azúcar, encontré la inspiración para la merienda del fin de semana. Y es que en mi casa, sobre todo los fines de semana, solemos merendar algo casero. Así que le dí un par de vueltas al asunto y preparé estos «fantasmitas de muerte».  Son algo entretenidos de elaborar, pero la receta no es nada difícil. Además no llevan ni colorante ni demasiadas grasas y azúcares,  por lo que no abandonamos la idea de merienda sana.

¡Espero que os gusten tanto como a mi! O como gustaron en mi casa, ya que los fantasmas haciéndose honor, desaparecieron en un visto y no visto…

La receta consta de dos partes. Por un lado la galleta que aguantará el merengue, y el merengue italiano en sí. ¿Por qué merengue italiano y no suizo? Pues porque aunque yo recomiendo que se consuman en el día, el merengue suizo no nos aguantaría demasiado tiempo, mientras que el italiano sí (más adelante haré un post hablando de cada tipo de merengue, sus usos y conservación, ¡lo prometo!)

Para la base o galleta, opté por una «masa sablé», la cual es la misma que se utiliza en los canapés salados, pero al añadirle azúcar y en este caso ralladura de naranja, se convierte en una masa ideal para pastitas. Los ingredientes y el proceso serían los siguientes:

  • 200 gr de harina de trigo
  • 80 gr de mantequilla
  • 1 huevo
  • 3 cucharadas de azúcar
  • Ralladura de limón, o en este caso de naranja

 

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Mezclamos todos los ingredientes hasta crear una masa homogénea que no se nos pegue en los dedos. Ponemos un papel vegetal (yo lo pongo tanto debajo de la masa, como encima y así es mucho más fácil amasarla) y amasamos hasta darle un esperor de 0.5 cm. Con un cortapastas, mejor si es redondito, vamos cortando hasta que terminemos con toda la masa. Metemos en el horno precalentado previamente, 15-20 minutos a 180 ºC. ¡Y ya las tenemos listas! (Procura no comerte ninguna antes de tiempo…Yo me comí dos.)

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(Pssst…! Si quieres hacer trampas y ahorrarte la parte de la masa, puedes comprar una base de hojaldre,cortarla y hornearla, usar galletas maría, oreo o cualquier otra que os guste)

¡Ahora vamos con el merengue!

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  • 150 gr de azúcar
  • 50 gr de agua
  • 3 claras de huevo
  • 2-3 gotitas de limón
  • Una pizca de sal.

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Monta las claras junto con la sal y las gotitas de limón, ayudándote de una batidora (en mi caso las monté con la Thermomix). Mientras en un cazo, pon a calentar el agua junto con el azúcar sin remover hasta conseguir un almíbar. Sabremos que está listo cuando empiece a espesar, sin llegar a oscurecer quedando una textura como de «hilo». Si tenéis un termómetro de cocina, la temperatura que debe alcanzar el azúcar para que esté en su punto, es de 115 ºC. No es necesario, ya que a ojo veréis fácilmente como va espesando.

Una vez que lo tengamos agregamos el almíbar a las claras montadas poco a poco en forma de hilo y sin dejar de remover. Montamos un par de minutos más, hasta que el merengue haga «picos» o podamos ponerlo boca abajo sin que se caiga.

Dejamos que enfríe un poco y lo introducimos en una manga pastelera, con una boquilla lisa ancha. La que yo usé era de 18 mm. Sobre las pastitas que han debido de sobrarnos (ejemmm…), vamos creando montoncitos hasta darle forma a los fantasmas.

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Una vez que los tengamos, con chips de chocolate negro, le vamos poniendo los ojitos. Estos podéis comprarlos hechos, o como yo que los hice fundiendo un poco de chocolate negro y haciendo «gotitas». Los dejé enfriar en la nevera, ¡y tenemos ojitos!

¡Espero que os haya gustado tanto como a mi y os animéis a hacerlos!

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¡Qué paséis un feliz o terrorífico Halloween…!

¡Hasta pronto!

Ana.